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“Hijo mío, cuando caigas enfermo, no te descuides, reza a Dios, y él hará que te sanes. Pero también deja actuar al médico, y no lo rechaces, porque también a él lo necesitas; hay momentos en que de él depende el éxito, y también el reza a Dios para que le dé acierto al diagnosticar y al aplicar la medicina saludable. Peca contra su Creador el que se niega a que el médico lo trate” (Eclesiástico 38, 9. 12-15).

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